Amo Rocky Horror Picture Show y no le grito “zorra” a Janet
Anoche York y yo asistimos a una función de Rocky Horror Picture Show, en la Alianza Francesa de Guadalajara, producida por Cinema Canta: una réplica local de las proyecciones del filme que se celebran en Nueva York y otras ciudades estadounidenses. Se trata de una película de culto, así que los asistentes suelen ser fans, bailan y cantan las canciones, recitan los parlamentos. La diversión comenzó desde la elección del outfit. En la entrada del foro, nos recibieron actores caracterizados como Frank-N-Furter, Magenta y Rocky. Había una hostess simpática y locuaz, shots de cortesía, un kit que incluía juguetes para participar en la proyección, y un fotógrafo que no nos perdía la pista, porque York y yo íbamos vestidos de Brad y Janet.
Según la tradición, en estas funciones de RHPS, cada vez que Janet o Brad aparecen en la pantalla, o cuando se mencionan sus nombres en alguna canción, el público grita zorra y cabrón respectivamente (como reproducción del slut y el asshole que se acostumbran en las funciones estadounidenses). Así ha sido siempre, esas dos palabras forman parte del ritual. Si les preguntáramos a algunos fans, seguramente explicarían que se trata más de juego que de insulto. Pareciera que el combo “amamos Rocky Horror” exige, más o menos, gritarle zorra a Janet, con las implicaciones que la palabra lleva consigo. Es decir: es algo que se espera del público. Antes de comenzar la función, Magenta y Frank-N-Furter explican cómo se baila “Time Warp” y dan la instrucción a los asistentes: “cuando aparezca Janet, todos gritaremos ‘¡zorra!’; cuando aparezca Brad, gritaremos ‘¡cabrón!’”. No gritar equivaldría a no entrar en el juego, y los fans asistieron a la función precisamente porque quieren jugar. Sabemos que hay diferencias de sentido entre zorra y cabrón, creo que todos las entendemos y tal vez esté de sobra enunciarlas aquí. Como sea, York y yo, que estábamos muy emocionados, muy involucrados con la película, decidimos ahorrarnos estos gritos y concentrarnos en la diversión, que fue grande.
Durante unas dos horas, bailamos, coreamos las canciones, subimos al escenario a cantar “Over at the Frankenstein Place”, nos reímos mucho, él se sabía los parlamentos y podía recitarlos junto con la película, lloramos con el número final de Frank-N-Furter, que siempre me pega durísimo, porque representa el fin de fiesta, un tema con el que tengo historia. En resumen, la pasamos bomba. La experiencia fue divertidísima, conmovedora, entrañable. Y no gritamos zorra. No gritamos zorra porque, aunque no daba mucho tiempo de detenerse a pensar qué significaba hacerlo en el contexto en que estábamos (todo era muy rápido, muy divertido), nos quedaba, o por lo menos a mí, la sensación de la violencia implícita. Se puede hacer una lista de justificaciones, se puede decir que no hay mala intención en el uso de la palabra, pero gritarla implica una celebración del slut shaming, un señalamiento a la sexualidad que la personaje descubre y explota en la historia. ¿Cuál es la diferencia entre gritarle zorra a Janet y el también tradicional grito de puto en el estadio de futbol?
Janet es una personaje de contraste: es todo lo contrario a los habitantes de la mansión, es una niña buena, usa un vestido rosa, tiene un novio del que está enamorada, sueña con casarse, es una muchacha común y corriente, vaya, pero se acuesta con Frank-N-Furter y con Rocky, y lo disfruta: durante la aventura con los otros personajes, descubre un placer que desconocía y que le da sentido; por lo tanto, los fans de la película, durante décadas, la han llamado zorra. Como yo iba vestida de Janet, la gente que asistió a la función me decía zorra con una sonrisa en los labios, sin intención de ofenderme; al contrario, esas personas estaban celebrando la película conmigo, era una forma de compartir el ritual, la tradición: me decían zorra en buena onda, pues. Pero también participaban, aunque no se hayan dado cuenta, de ese slut shaming que acabo de mencionar y que definitivamente no necesitamos, ni elles ni yo ni nadie.
Después de la función me quedé pensando, platiqué con mis hermanos y sus esposes, con el mío, con mis amigos. Luego, esta tarde me encontré con un post cuyo autor se llama Benny Vimes, un auténtico fan de RHPS, que ha dedicado parte importante de su vida a estas funciones en su ciudad. El post se llama Saying Yes to Rocky Horror and No to “Slut!” Jokes y plantea, entre otras cosas, cómo el ritual llega a convertirse en un pretexto para normalizar el sexismo, cuando podría representar un entretenido y efectivo antídoto contra prejuicios y estereotipos, ¡porque Rocky Horror es un estandarte de la jotería, de la libertad sexual que ejercen los personajes (entre ellos Janet y Brad), es una oda a la cultura queer, y tiene un sentido político que podría servir para resignificar conceptos!
Igual que Benny, yo tengo claro que no cambiaré la tradición con este apunte, y que el grito de zorra seguirá repitiéndose en cada función. Quiero asistir a más funciones de Rocky Horror, seguir al tanto del trabajo de Cinema Canta, volver a caracterizarme de algún personaje para ver la película (para mí hubo doble y hasta triple shot de cortesía, nada más por cómo me vestí). Pero también, como Benny, seguiré negándome a gritarle zorra a Janet, ni a ninguna otra mujer real o ficticia. Zorra, naco, maricón, machorra, puto, son palabras que no necesito, al menos no con esos significados que a veces se atribuyen a la tradición. Que se joda la tradición. Estamos en 2017.