2016
2 min readJan 3, 2017
Lo que agradezco al año que terminó.
- Mérida, Uxmal y Chichén Itzá.
- La conciencia del tiempo y del cuerpo.
- Las voces conjuntas, la perspectiva, la esperanza entre la multitud y su contraparte a solas, frente a la pantalla o en la calle. Pero la esperanza… por quienes me rodean, por todo lo que hace falta leer, entender, poner bajo la lupa.
- Los pendientes que saldé, los papeles en regla.
- Manila, toda esa fiesta, la mesa y los lazos que se vuelven más cercanos, la distancia, más corta cada vez que alguno de los dos atraviesa el mundo.
- Batangas: el paraíso en la tierra, el paraíso en bendita soledad.
- Volver, sostener el timón del barco, resbalar y enderezar la nave… aprender a pasarla bien en la tormenta.
- La boda de Alejandro y Xoch: lo lindo que fue todo, lo juntos que estuvimos, el futuro.
- El Corona Capital, el disco de Conor Oberst, el Nobel de Bob Dylan, Virginia Woolf y las mujeres que reinaron en los estantes de mi biblioteca.
- Mi segundo año de supervivencia sin tabaco, lo cual no es poca cosa, y tal vez tampoco sea mucha, pero me queda la constancia de que pude hacerlo, y acaso la obligación moral de hacer más.
- Las consultas médicas y los hospitales, de nuevo la supervivencia, las proyecciones, los vínculos y la cercanía.
- Las dimensiones del amor: incondicional, incontenible, desmedido.
- La siempre Ciudad de México, el fondiú, el teatro y las piyamas.
- Mi Kindle, búmerang por segunda vez.
- Tres nuevos vinos tintos favoritos.
- Los amigos que también son familia.
- La determinación de escribir según mi vieja usanza.
(Fotos)